"Carpe Diem", "El pasado y el futuro no existen, ¡Vive el Presente!", "Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas" ...
¿Cuántas veces hemos oído expresiones como estas a alguno de nuestros amigos o conocidos? ¿No es cierto que la idea de vivir el momento sin importar las consecuencias nos resulta irresistiblemente atractiva?
El dar rienda suelta a nuestros placeres y vivir el momento es algo que muchos buscan y de lo que hacen un modo de vida. El problema viene cuando nos damos cuenta de que los actos que cometemos tienen consecuencias. Es entonces cuando nos damos cuenta de que ya no hay vuelta atrás y que todo ese placer momentáneo y pasajero, toda esa intensidad fugaz con la que hemos vivido, sólo ha servido para hacernos perder nuestra vida corriendo detrás de una quimera inalcanzable.
Este es el tema que centró el sermón de ayer de la Iglesia Bautista de Alameda de Osuna, el cual podéis escuchar íntegro a través del siguiente enlace:
A continuación os dejo los apuntes que tomé durante el sermón de ayer, para que podáis acceder a lo esencial de lo expuesto.
Espero que sea de bendición para todos.
Aprovecho para felicitaros las Navidades a todos aquellos que seguís mi Blog y os deseo un próspero año 2014 cargado de bendiciones de nuestro Señor para vuestras vidas.
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Título: "Suposiciones peligrosas: Lo importante es
vivir el día"
Lectura: Génesis 25:29-34
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Una de las características de nuestra era es la de la
gratificación instantánea, el vivir el presente. Aunque no es algo de ahora, sino que ya en Esaú encontramos un ejemplo de
esto mismo.
Para entender bien el pasaje de hoy debemos primero pregutnarnos ¿En la época de Jacob y Esaú, qué significaba tener el derecho de primogenitura? Ser el primogénito significaba que...
• Era el siguiente en la línea familiar,
• Tenía la
continuidad legal de los padres,
• Recibía una doble porción que el resto de
los hijos.
En el caso de Esaú y Jacob, además había una característica
adicional, porque Dios había hecho un pacto con Abrahám, su abuelo ( Génesis 12:1 )
a través del cual había una Tierra Prometida y una nación grande que se crearía de su descendencia, y una
bendición para el resto de la Tierra a través de sus herederos.
En aquella época, cuando un hombre recibía una bendición, esta era pasada a sus hijos justo en el lecho de muerte, y el primogénito, también tenía preeminencia en esto. Por lo tanto, vemos que este aspecto
espiritual era un plus en el asunto de la primogenitura de Esaú.
El caso es que Esaú no valoró este aspecto, y la
historia revela que aunque Jacob tuvo un cierto interés por un aspecto de estos
derechos (la parte material de la promesa), no lo tuvo tanto por la parte espiritual.
Esaú ni siquiera valoró esta parte.
Esaú era un hombre que disfrutaba de vivir al aire libre
(como sería un montañero hoy en día, por ejemplo). En contraste, Jacob era un hombre tranquilo y casero (como
ese vecino que se queda viendo la tele en casa). En el pasaje de hoy se ponen de manifiesto estos aspectos del carácter de cada uno, porque vemos a Esaú saliendo a cazar,
mientras que Jacob se quedó en casa preparando una comida... y quizá
planificando cómo podía sacar beneficio de esa situación. Además Jacob conocía
el carácter impulsivo de su hermano, y cómo le gustaba vivir el presente sin preocuparse
por el futuro.
Así vemos que Jacob tiene "la trampa"
preparada y Esaú, ignorante de las maquinaciones de su hermano, cae en ella, cerrando un trato con su hermano a través del cual le cede la primogenitura. A pesar de la aparente astucia de Jacob, vemos que este trato no era
vinculante, porque pasado el tiempo vemos a su padre, en el lecho de muerte, con la intención de dar la
bendición de la primogenitura a Esaú.
Pero aunque no fue vinculante, este pasaje nos muestra el
carácter de cada uno: El carácter engañador de Jacob (demostrado posteriormente durante toda
su vida, y sobre el que el Señor tuvo que trabajar mucho) y el carácter de Esaú,
para el que lo importante era vivir el presente sin importar las consecuencias, lo cual le lleva a despreciar su primogenitura, considerando que era mejor el placer presente y su necesidad momentánea que
las promesas futuras.
Este carácter de Esaú, además, le hacía ver la realidad
distorsionada, porque parece muy improbable que estuviera a punto de morir de hambre,
más bien, después de pasar todo el día de caza sin comer, volvería a casa y tendría mucha hambre, y lo único que contaba
para él en ese momento era satisfacer la necesidad y "darse el gusto"
de saciar el estómago.
Esta historia tiene múltiples aplicaciones para nosotros hoy. Los jóvenes,
por ejemplo, aplicando este mismo impulso de satisfacer sus instintos y necesidades momentáneas, caen en la tentación sexual sin
pensar en las consecuencias que puede conllevar ese acto: embarazos indeseados, enfermedades de transmisión
sexual.... O los empresarios, que entran en negocios truculentos con el
objetivo de tener beneficios inmediatos y satisfacer así sus ansias de poder y su avaricia material, pero olvidan que la consecuencia de ese acto es la cárcel... O
las familias que por envidia de otros y por aparentar ser más de lo que son, buscan satisfacer su envidia y su "aparente" necesidad, adquiriendo deudas impagables, sin considerar las consecuencias, que no es otra cosa que la destrucción de hogares y familias completas, además del impacto que muchas veces tiene esto en los de su alrededor...
Tenemos que pensar que, en estos ejemplos y en muchos
otros que podemos buscar, existen consecuencias derivadas de las decisiones que tomamos al intentar "vivir el momento" y satisfacer nuestros deseos, pero en todos los casos, lo primero que hacemos es deshonrar a Dios, y esto, a la
larga, será nuestra propia destrucción, sólo por querer el bien propio
ahora, de forma inmediata, sin importar las consecuencias.
Podemos decir, sin lugar a dudas, que esta generación sufre el "síndrome de Esaú" en numerosos
aspectos de sus vidas, pero lo más trágico de este "síndrome"
es cuando canjeamos nuestras almas eternas por obtener beneficios inmediatos.
Claro, como las realidades espirituales son intangibles mientras que los
beneficios obtenidos son tangibles e inmediatos, terminamos cayendo en
este espíritu de Esaú, terminamos gritando "Carpe Diem", y nos negamos a prescindir de esos placeres
temporales e inmediatos. En consecuencia, al final terminamos "vendiendo nuestro derecho de
primogenitura".
Si pensamos así, tendríamos que tratar de responder las 2
preguntas planteadas por Jesús en Mateo 16:26, "... Porque ¿qué aprovechará al
hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el
hombre por su alma?"
Cuando miramos al mundo vemos bendiciones limitadas, pero
Dios nos ofrece una eternidad, la cual podemos pasar en el Cielo o en el
Infierno. ¿Estamos dispuestos a perder nuestras bendiciones eternas por obtener
beneficios inmediatos, pero temporales y perecederos?
Hebreos 12:16-17 nos da el broche de esta historia,
mostrándonos a un Esaú consciente de las consecuencias de lo que había hecho y
deseando aquello que había despreciado mucho tiempo antes.
"...... como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque
ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue
desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas."
Así acabó Esaú, tratando de arrepentirse, llorando por recuperar la bendición perdida. Pero ya era demasiado tarde. Esaú disfrutó de su plato de guisado de lentejas, saciando su apetito y su deseo momentáneo, pero perdió algo mucho mayor.
Y nosotros, ¿Seremos de los que digamos "¡Ay, si pudiera echar atrás el tiempo!"?
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