domingo, 18 de octubre de 2020

La caída de Babilonia (Isa. 46:1-48:22)


Sermón de David Rivero 18/10/2020

Título: La caída de Babilonia.

Lectura: Isa. 46:1-48:22

Aclaración: Estas notas han sido recogidas “sobre la marcha”, por lo que pueden contener algún error de transcripción. Ante cualquier duda, acudir al sermón original publicado en la página web de la Iglesia Bautista Alameda de Osuna: http://www.ibao.es


Introducción.

Hoy vamos a tratar de cubrir 3 capítulos, porque forman una única unidad. Los capítulos 46 y 47, después de presentarnos a Ciro, nos hablan de lo que haría Ciro después, y a continuación, se nos habla de la caída de Babilonia y de las razones de la caída: la idolatría (cap. 46). Pero Israel no queda fuera de las advertencias del Señor, por eso hay un llamamiento a Israel a volverse al Señor, y hay una promesa de Salvación de parte del Señor para Israel.

Lectura: Isa. 46:1-48:22 

Así que, con esto en mente, hoy vamos a ver los siguientes puntos, que representan la enseñanza de Dios contenida en este mensaje:

  1. Las naciones son inestables.
  2. Los ídolos son vanos.
  3. Dios lo controla todo.
  4. Israel se obstina en pecar.
  5. Dios refina con fuego.
  6. Resumen del profeta.


1. Las naciones son inestables.

Las grandes naciones no son nada si el Señor no lo permite. Persisten mientras el Señor lo permite, y cuando Él decide, caen.

A veces pensamos que las grandes naciones no pueden caer, pero el caso es que ocurre. Esa transitoriedad del hombre y de las cosas que dependen de él, como las naciones, es puesta de manifiesto numerosas veces a lo largo de la historia.

Ya en el cap. 41 se avisaba que esta grandísima nación de Babilonia caería. La razón es porque están basadas en el orgullo del hombre y en su propio egoísmo (Luk. 1:51-52). Así es con todas las cosas creadas por el hombre. El orgullo del hombre hace fracasar todas sus obras. Ya en Isa. 14:13-14 se hablaba del orgullo del imperio Babilonio.

Pero Dios responde que caerían (Isa. 14:15). Así que, a aquella Babilonia que parecía invencible, y que incluso no había llegado a su auge, Dios profetiza que caería en manos de otro pueblo más poderoso que él.

El poder de Babilonia se fue en un instante. No hubo ni siquiera una gran guerra. Los propósitos del hombre sólo prosperan hasta donde Dios dispone, por eso tenemos que ser humildes y no dejar a Dios fuera de nuestros propósitos.

En Isa. 47:1 ya vemos cómo el Señor habla en términos que nos muestran la maldición que viene derivado de nuestro orgullo. Y sigue igual en los vv. 2 y 3. Dios prosperó a Babilonia porque era la vara correctora de Dios para Su pueblo, pero Babilonia, en su orgullo, se creyó que era él el justiciero, y no Dios (v. 4). De hecho, Babilonia hablaba de sí mismo como sólo Dios puede hablar. En Isa. 46:9 Dios usa una frase que sólo Dios puede usar, pero en Isa. 47:8-10 vemos que es Babilonia la que usa esta frase para referirse a sí misma.

Babilonia no dejaba ni un resquicio de posibilidad de que Dios existiera, y si nosotros hacemos lo mismo, estamos haciendo lo mismo que Babilonia,.... “y más rápida será la caída” (Isa. 9-11)


2. Los ídolos son vanos.

Viendo el anuncio de la caída de Babilonia, volvemos al cap. 46. Babilonia no se daba cuenta de la transitoriedad de la vida y daba poder a sus ídolos. Pero el hombre caído de manera natural hace dioses de su ambición, de su prestigio, de su fama, de su fortuna... Y todo esto es porque se creen el centro del universo.

Hoy hablamos de la idolatría, y en nuestro contexto tendemos a pensar en la idolatría de la Iglesia Católica, pero hay que tener cuidado con otros ídolos que nos hacemos con aquellas cosas no materiales que nos atan.

La razón de la inestabilidad de Babilonia era porque sus propios dioses eran inestables y no tenían poder en absoluto. Y en el cap. 46 Dios los ridiculiza mencionando que aquellos dioses eran tan poco poderosos que tenían que ser transportados por los propios hombres. (Isa. 46:1-2)

El origen de la idolatría es una visión pequeña de Dios. A veces Dios nos resulta incomprensible, demasiado santo, demasiado bueno, etc... y entonces tendemos a crear nuestros propios dioses que se amoldan a nuestros pequeños criterios.

Por eso, en el v.5, Dios dice, ¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que seamos semejantes?. Ya sean las imágenes Babilónicas o los dioses paganos de los Romanos, o cualquier otro, éstos son la causa de nuestra maldición: Rom. 1:23-25

El hombre tiende a decidir por encima de Dios, a poner su voluntad por encima de la de Dios. Y por eso es por lo que el primer mandamiento habla de esto: No tendremos dioses ajenos a Dios.

Incluso aquellos que dicen que no hay Dios, tienen su dios en el tiempo, en la casualidad, y en cosas así. El caso es que el hombre se crea sus propios dioses y luego se inclina a ellos (vv. 6:7). Pero cuidado, no sólo son los dioses en forma de estatuilla de los que se habla aquí, sino que también son los dioses de la imaginación (v.8, cf. Psa. 115). Por eso tenemos que confesar una y otra vez que sólo al nombre de Dios hay que dar gloria.

En el cap. 40:25-28 se dijo que no hay otro como Dios, que es eterno, todopoderoso y omnisciente.... Pero los ídolos de Babilonia no tenían este poder: vv. 12-15.

Cuando en Babilonia no se encontraba solución a un problema, se llamaba a los astrólogos. Y el Señor ahora está retando a los Babilonios a que hicieran esto, y a que vengan los otros dioses y muestren su poder ante Dios. Pero Dios concluye con un contundente: “no habrá quién te salve” (Isa. 47:15)

Ni nuestras vidas ni nuestro tiempo está en nuestras manos. Sólo Dios tiene el completo control de su creación.


3. Dios lo controla todo.

Todo lo que ocurre, ocurre en el mundo que Dios ha creado y donde nada escapa a la voluntad de Dios. Este mensaje es muy alentador para el pueblo de dios.

El pueblo de Israel parece no estar en mejor situación que los Babilonios, de hecho les esperan 70 años de cautivero a manos de Babilonia, pero su éxito no está en su situación, sino en su estado: Ellos son el pueblo de Dios y Dios les prosperará. Los Babilonios caeran, pero Israel permanecerá, porque son cuidados por Dios como una madre cuida de sus hijos (Isa. 46:3-4).

El Señor está hablando a su pueblo de esta forma para que su pueblo sepa que no hay nada más seguro que estar en las manos del Señor, y que no hay necesidad de hacerse ningún ídolo (Isa. 46:5, cf. Isa. 44:2).

Esto es un gran consuelo para el pueblo de Dios. Y Dios profetiza que desde el oriente vendría la caída de Babilonia (Isa. 46:11), y lo hace para que el pueblo de Dios tenga esperanza en aquel que nos sostiene en sus manos, que nos da provisión diaria y que, hasta las canas, nos protegerá. Es en este espíritu que Pablo dice que nada nos puede separar del amor de Dios (Rom. 28).

El cap. 46 termina con un llamamiento para los inconversos, para los que viven conforme a su propia justicia (Isa. 46:12-13) y esto nos recuerda a la vendia de Cristo muchos años después. Ante estas realidades, el pueblo de Dios clama que Dios es el redentor, el Santo de Israel (Isa. 47:4).

Pero no todos los que se llaman pueblo del Señor lo son...

4. Israel se obstina en pecar.

Los corazones de muchos estaban lejos de Dios (Is. 48:2-4). Desde el cap. 14 Isaías habla de la idolatría de Babilonia basada en su orgullo, pero ¡cuidado! Israel pecaba de lo mismo que los Babilonios. Aunque algunos se cuenten como pueblo de Dios, aunque parezcan hijos de Dios, sus corazones están lejos de Dios. E igual que los Babilonios creemos en nuestro orgullo y en nuestros propios ídolos (v. 5).

Por eso hemos de tener cuidado, porque no hay justo ni aún uno. Todos hemos pecado a una. La condición del pueblo de Israel es la rebeldía, igual que Babilonia (v.8).

Dios se acerca muchas veces a algunos, pero el hombre cierra sus oídos y sus corazones a Dios. Pero hay que tener cuidado, porque Dios traerá su fuego purificador a su pueblo.


5. Dios refina con fuego.

Al salir de Egipto, antes de entrar en la tierra prometida, ya usa Dios este mismo lenguaje para referirse a los 400 años de esclavitud en Egipto (Deut. 4:20). Dios tuvo que refinar a su pueblo durante 400 años (cf. 1 Kin. 8:51, Jer. 11:4, Isa. 4:4, etc..)

Ahora le está diciendo Dios a su pueblo que este cautiverio es necesario para refinar y purificar a su pueblo (Isa. 48:10). Aunque nos duela, las pruebas enviadas por Dios nos purifican y limpian nuestros corazones. Dios nos disciplina y purifica a través de las pruebas (Heb 12, cf. Psa. 119:67, 75...)

Babilonia va a caer por su orgullo. Israel está cayendo por su orgullo. Pero el Señor va a levantar y salvar a los que son suyos. Y el Señor sabe que cada uno necesita una disciplina diferente, y el Señor lo ilustra a través de Isaías a través de la imagen del labriego: Isa. 28:24-29. El Señor enseña que cómo Él instruye al campesino sobre cómo debe tratar a cada semilla y a cada trozo de terreno, el Señor sabe cómo tratar con cada uno de sus hijos y sabe lo que necesita para que sea purificado y así llevar mucho fruto.

Pero esa disciplina, si no nos mejora, nos endurece (Heb. 12:15). No pidamos que Dios nos quite las pruebas, porque entonces nuestro corazón seguirá endurecido, sino que pidamos que Dios nos enseñe lo que Él quiere que aprendamos a través de esa prueba.


6. Resumen del profeta.

En 48:12-16 se hace un resumen de todo lo que se ha visto entre el cap. 40 y el 48.

  1. Dios hace esto con los llamados (v.12). De esto ya habló en el cap. 42.
  2. ¿Quién es el que llama? El creador, en contraste con los ídolos (v. 13). Ya vimos en el cap. 40 esto mismo.
  3. En contraste se habla de los ídolos de los que se habló en el cap. 41 y 43.
  4. Aunque hay amenaza de cautividad, Dios avisa que levantará a su ungido Ciro (v. 14), cf Isa. 41 y 45
  5. Luego habla de la cautividad (v.16, que es un versículo trinitario) y de cómo Dios ha enviado a su ungido (Isa. 42:1)
  6. Esta profecía tiene que ver con el redentor, con el santo de Israel (v. 17). El redentor es el que compra con un precio para rescatar de la esclavitud. De esto ya habló en Isa. 41:14.
  7. Habla de las bendiciones que Dios provee (v.18), cf. Isa. 45:8. Igual que Dios liberó a su pueblo de Egipto, ahora lo ofrece a su pueblo.

Conclusión.

El capítulo termina con la frase no hay paz para los malos. Esta frase también aparece en Isa. 57:21. Esta frase nos trae a la mente el infierno, que es donde se vive alejado de Dios para siempre. Esta situación es para los impíos, para los que perseveran en su idolatría. Estos nunca tendrán paz, porque la paz es la que se alcanza por Cristo. 

¿Nos vamos ahora con la paz de Dios? ¿Llevamos esa paz de los que se saben justificados y salvados por Dios? Si no es así, consideremos este mensaje, porque si no nos arrepentimos de nuestro mal camino, no habrá paz para nosotros.

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