domingo, 20 de diciembre de 2020

Los Cielos nuevos y la Tierra nueva (Isa. 63:1-65:16)

 

Sermón de David Rivero. 20/12/2020

Título: Los Cielos nuevos y la Tierra nueva.

Lectura: Isa. 65:17-66:24


Aclaración: Estas notas han sido recogidas “sobre la marcha”, por lo que pueden contener algún error de transcripción. Ante cualquier duda, acudir al sermón original publicado en la página web de la Iglesia Bautista Alameda de Osuna: http://www.ibao.es


Introducción.

Lectura: Isa. 65:17-66:24.

En un mundo tan inestable como en el que vivimos hay 3 realidades de las que tenemos que ser conscientes:

  • Tener una comprensión de quiénes somos
  • Tener una conciencia de a dónde vamos
  • Tener un conocimiento claro de qué nos espera cuando lleguemos allí.

Esto es lo que Isaías ha tratado de mostrar a lo largo de toda su profecía. Y en medio de las dificultades en las que nos encontramos, el profeta lo que nos dice es que “miremos a lo alto”. 

Recordemos que este no es un libro de alabanza para un pueblo que está haciendo las cosas bien (Isa. 1:4-6). Y la misma descripción de abominación hacia el Señor incluso en los actos cúlticos que se hacían en pos del Señor, es repetida al final de la profecía (Isa. 66:3). Esa es la triste y lamentable descripción del pueblo que debería ser el pueblo del Señor: Todos ellos han violado el pacto del Señor. Y recordemos que cuando el Señor hizo el pacto con su pueblo, dio un capítulo entero de bendiciones que recibirían si no se apartaban del Señor, pero también había maldiciones si se apartaban. Y en este libro el mensaje del Señor a su pueblo es de maldición por haberse apartado de Él (Isa. 63:10).

Y esto es necesario porque el Señor no soporta el pecado, ni siquiera si es cometido por Su pueblo, o por su propio hijo, porque es infinitamente justo (Isa. 18:30), pero la aniquilación no era completa, sino que el Señor siempre mantuvo un pequeño remanente (Isa. 65:8).

Y son las promesas como esta de mantener a un remanente lo que lleva al profeta a orar al Señor por misericordia hacia Su pueblo pecador (Isa. 64:5). El profeta intercede y en Isa. 64:12 vuelve a implorar al Señor por misericordia.

Lo que queda de la profecía es la respuesta del Señor a esta plegaria del profeta. Dios tiene un pacto por el cual va a salvar a su pueblo. Su pueblo no va a ser abandonado. Ya lo viene diciendo desde Isa. 54:10. Dios, que no puede tolerar el pecado, sabiendo que el hombre no puede hacer nada por sí mismo, tiene que buscar una solución Isa. 55:3. Dios se compromete a cumplir su pacto hecho con el Rey David. Aunque parezca que Dios ha abandonado a Su pueblo no lo ha hecho, porque es amante del derecho y es fiel a Sus pactos (Isa. 61:8).

Ya que el pueblo era incapaz de mantener el pacto (que era gratis) y dado que fallaron una y otra vez hasta que se hicieron aborrecibles, Dios tuvo que levantar a su Siervo para hacer lo que era imposible para los hombres (Isa. 42:6 e Isa. 49:8).

Y diciendo esto, el Señor está anunciando que la venida de Cristo sólo sería el principio de su plan de salvación para su pueblo, porque la venida de Cristo, daría paso a 2 hechos hacia Su pueblo:

  • La Justificación: el pueblo sería perdonado de sus pecados.
  • La Santificación: para poder tener una relación con Dios.

Y este nuevo estado de los Hijos de Dios que forman Su pueblo escogido nos introduce en un nuevo Cielo y una nueva Tierra preparada para que los Hijos de Dios vivan en comunión con Dios eternamente.

Con esto en mente, hoy vamos a ver los siguientes puntos, que representan la enseñanza de Dios contenida en este mensaje:

   1. ¿Esperamos un milenio?
   2. La morada de Dios.
      2.1. El cielo ha de esperar.
      2.2. Una nación nace en un día.
   3. Visiones más amplias.

1. ¿Esperamos un milenio?

Hay muchos que interpretan que Isa. 65:7 habla de Nuevos Cielos y Nueva Tierra, pero que el versículo siguiente comienza a hablar de un nuevo milenio y un nuevo periodo en el que Cristo Reinará en esta tierra durante 1000 años.

En el v.17 se habla de Nuevos Cielos y Nueva Tierra, y en el v.18 el profeta insta al pueblo de Dios a gozarse para siempre. 

El libro del Apocalipsis, al hablar del estado final del pueblo de Dios se refiere a este versículo (Apo. 21:4, cf. Isa. 65:18-19). 

Al alegar que este pasaje habla de un milenio literal ponen el foco en el v.20, porque en ese versículo se habla de muerte, y como en el estado final no habrá muerte, no puede estarse refiriendo al estado final (Isa. 25:8, cf Apo. 21:4).

¿Cómo podemos conjugar entonces este versículo 20 con el hecho de que no se trate de un milenio literal? Porque se está usando un lenguaje figurado. En este lenguaje figurado, y dadas las circunstancias presentes que vivía ese pueblo, parece lógico que se hable de las cosas que eran deseables en aquel momento, como las que se esperaba que sucedieran en el cielo.

Así que, aquellas cosas que oído no oyó, y ojo no vió, ni podemos imaginar, se tratan de mostrar de forma figurada usando estas analogías de las circunstancias particulares que el pueblo estaba pasando en aquel momento. Y por eso continúa con las imágenes deseables en los v.21 y 22.

Así que podemos ver que este pasaje describe los nuevos cielos y nueva tierra llamando a los fieles a regocijarse para siempre en ellas, y eso parece indicar que se trata de nuevos cielos y nueva tierra eternas (Isa. 65:25 - Donde ahora hay muerte, ya no habrá que tomar medidas porque no habrá mal en el santo monte de Jehová).

Vemos que el Señor responde a nuestras oraciones de forma que nos avergüenza, porque tomamos las bendiciones de Dios como poca cosa mientras que Dios es un Dios misericordioso y bondadoso en gran manera (Isa. 65:24).

A veces pensamos en la oración como una forma de hacerle saber a Dios nuestras aflicciones, pero realmente es un medio por el que Dios nos responde a nosotros ya que Dios sabe de nuestras circunstancias antes de que elevemos la voz a Él.


2. La morada de Dios.

Pasando al cap. 66 se nos habla de que el que va a traer los nuevos cielos y la nueva tierra, habita en el cielo. Es decir Dios habita en el cielo. La Tierra creada no es su lugar habitual donde habitar, pero para Dios sólo es el estrado de sus pies (Isa. 66:1).

Lo que le había sucedido a Isaías en el 740 cuando murió Uzias, vio Isaías al Señor sentado en su trono y con sus faldas cayendo sobre la Tierra. Este Dios es tan grande que la Tierra no le puede contener. Y al hablar Isaías aquí de Dios, tiene estas cosas en mente.

1 Kin. 8:27 y 2 Cr. 2:6 habla de que Dios no necesita un templo, porque ni los cielos de los cielos le pueden contener. Deberíamos revisar cómo vemos nosotros a Dios, porque a veces tenemos a Dios como un “dios pequeñito, raquítico”, pero el Dios de la Biblia es un Dios grandioso y magnificente. 

Y este Dios es un Dios cercano, que no está distante, sino que se acerca a su Pueblo (Isa. 66:2, cf. Isa. 57:15). Este es el Dios de la Biblia, el Dios real, el Dios tan grande que no hay nada que pueda contenerlo, mayor que cualquier cosa creada, pero que al mismo tiempo está dispuesto a habitar en aquellos creados a su imagen y semejanza, aún cuando esa imagen y semejanza está deteriorada, siempre y cuando haya un arrepentimiento genuino y un compromiso a apartarse del pecado.

Pero Isaías, en Isa. 66:5-6 tiene que hablar también de aquellos que no van a arrepentirse ni a inclinarse hacia Dios. El Señor dice que quiere habitar entre Su Pueblo, pero el pueblo no quiere vivir con Dios, y por eso algunos harán sufrir al pueblo, y el Cielo debe esperar.


   2.1. El cielo ha de esperar.

En Jn. 15:20 ya se anunciaba la persecución contra el Pueblo de Dios, y en Jn. 16 también Cristo dice que le van a crucificar pero ofrece un mensaje de consolación, porque Cristo venció al mundo.

Por eso tenemos que saber que estamos en un mundo caído, y en este contexto es donde tenemos que vivir para la gloria de Dios, y el mundo no nos va a aplaudir, sino que nos va a aborrecer. Hay quien promete una prosperidad en la Tierra, pero esa prosperidad nunca llega de forma plena. En contraste, Dios afirma que hay una disciplina que el pueblo tiene que sufrir, porque seguimos afeando el nombre del Señor con nuestros pecados.

Y en el cap. 53 se habla del Siervo Sufriente como representación del pueblo de Dios, pero lo que el Señor dice es que salvará a todos los que se humillan ante él y a los que reconocen a ese Siervo Sufriente, a ese Mesías como su única vía de Salvación, y lo que no lo hagan sólo pueden esperar la condenación eterna. Esta es la advertencia de Dios, porque Él da el pago a sus enemigos (v.6), y no hay terreno neutral, o estamos con Dios o estamos contra Él. Dios ofrece un Cielo que no podemos ni imaginar, o una condenación eterna. No hay estados intermedios. ¿Dónde estamos nosotros? ¿Dónde vamos a ir cuando llegue el momento?


   2.2. Una nación nace en un día.

Isaías habla de esa nación que ahora va a ser deportada y expoliada, pero llegará el día en el que Dios les restaurará, y se habla de ese día como el día de parto de una madre. Así de maravilloso será (Isa. 66:7.11).

Se habla de una embarazada que da a luz un niño, pero este niño no es un niño normal, sino que se habla de que toda una nación saldrá de aquel útero estéril). Y esa nación será amamantada y cuidada como un hijo querido (Isa. 66:12).

¿Cuándo se pudo ver esto como una realidad? El día de Pentecostés. En una ubicación donde se estaba celebrando algo que todos los años se celebraba, una tradición más, empezaron a llegar de todas las naciones y un pequeño grupo recibió el Espíritu Santo y muchos, de todas las naciones se convirtieron y fueron bautizados.

Así que, esta promesa que tenía que ver con aquella nación que tenía que ser reprendida y que se iba a extinguir, después de Pentecostés sigue teniendo su cumplimiento. Nosotros no tenemos que forzar el nacimiento de nadie, ni de ayudar a que esto suceda. El Señor es el único que puede hacerlo, pero nosotros tenemos que ser instrumentos del Señor sin pervertir el evangelio.


3. Visiones más amplias.

Si bien el profeta está anunciando las buenas noticias del evangelio, también está dando un mensaje para los impenitentes (los que no se arrepienten) (v.16).

Parece que no vivimos malos tiempos y que vamos a estar en esta tierra por muchos años, pero eso es una ilusión irreal. Dios busca corazones contritos y humillados, pero al que no teme a Su Palabra sólo le espera una expectación de fuego y tribulación (2Th 1:7-8).

Dios pone su poder al servicio de Su justicia. Y si ese poder viene contra nosotros, nada podemos hacer. De hecho, ese poder vino un día sobre Cristo y Dios mismo le levantó de los muertos. Esa es nuestra única esperanza.


4. Las naciones son reunidas.

Las profecías de Isaías se entienden ubicadas entre la primera venida de Cristo y la Segunda, que es hasta donde se proyecta. Entendiendo que los últimos días empezaron con la ascensión de Cristo a los cielos, tenemos que ver todas las advertencias de la Biblia respecto a esas épocas para aplicarlas a nosotros. En los vv. 18-24 se habla de esto, y en el v.19 se nos dice que algunos iban a ser exiliados y parece que se iban a perder. Pero Dios dice que aquellos que iban a ser dispersados traerían de vuelta, de aquellos lejanos lugares, a muchos de todas las naciones a ser parte del pueblo de Dios. 

Algo parecido a lo que sucedió en la diáspora de los S. I y S. II. Dios dispersó a su pueblo a través de una gran persecución y esto hizo que el pueblo de Dios pudiera llegar a todas las partes de la Tierra. Y para los judíos esto era muy extraño, que se llamara hermano a gente de otras naciones, pero sin embargo pasaban por alto textos como el de Isa. 66:20-21.

Esto ya se está cumpliendo, y eso nos tiene que poner alerta con respecto a los avisos que nos da Dios a través de Su Palabra.

Y esto, que para nosotros son buenas noticias, es chocante para los Judíos, pero Dios promete llenar sus nuevos cielos y nueva tierra de gente de todas las naciones. Y Dios pondrá una Señal en medio de ese pueblo, una Señal que es el propio Cristo (Act. 2:22).

Isaías en el v. 22 habla de la cualidad eterna de los nuevos cielos y nueva tierra, y dice que de igual modo el Pueblo de Dios será salvado eternamente, pero también se aplica, la misma eternidad, al sufrimiento que recibirán los que no se acerquen a Dios. Y esto son los mismos de los que hablaba Isaías en Isa. 1:2. Es decir, la mención al pueblo que se rebela contra Dios aparece al principio y al final del libro de Isaías, como dos sujetalibros, de forma que todo el mensaje de Isaías parece enfocado a prevenir a los que escuchen estas palabras de Dios a caer en ese estado. 

Los que no se inclinen a Dios serán detestables y abominables a los ojos de Dios. Si no queremos que este sea nuestro estado eterno abramos nuestros corazones a aquel que promete bendiciones eternas a los corazones contritos y humillados.

Por eso en el cap.  41 Dios le dice a ese pueblo humillado de corazón: “Consolaos”, porque Dios da la promesa a través de Cristo, a través de ese Siervo Sufriente que está anunciado en medio de esta profecía.

Nosotros sabemos que esto ya sucedió y creemos lo que ya ha sucedido. Y Dios nos llama a alcanzar un nuevo nivel de existencia, porque somos estimados a los ojos de Dios solamente con que creamos y nos arrepintamos de nuestros propios caminos pecaminosos. No lo que traemos, sino el estado de completa bancarrota espiritual de nuestro corazón es lo que Dios busca. Y si vamos así al Señor, Dios nos colmará de bendiciones eternamente. En la presencia de Dios no nos faltará de nada, habrá vida y vida en abundancia. 

Dios nos dice: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.” (Isa. 55:6)


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