miércoles, 5 de febrero de 2014

Suposiciones peligrosas: Podemos seguir a Dios pero marcando nosotros el camino

Este domingo estuvimos reflexionando en el sermón acerca de aquellos que siguen a Cristo, pero que a la vez quieren seguir marcando ellos cuál es el camino por el que deben andar. 

Aunque esto "a priori"ya suena a contradicción, vemos que es una actitud demasiado común en la membresía de nuestras iglesias.

Esto mismo les ocurrió a tres personajes de los que no sabemos ni sus nombres, pero que por tener esta actitud perdieron la oportunidad de ser aceptados por Cristo. Es por esa razón el sermón del domingo pasado no sólo se hace pertinente para nosotros hoy en día sino que nos enseña una lección que puede ser decisiva para nuestra salvación.

Como siempre, podéis acceder al sermón completo a través de la página web de la Iglesia Bautista de Alameda de Osuna, o usando el siguiente enlace:


Para los que tengan el tiempo algo más limitado, os dejo mis apuntes del sermón, con la esperanza de que a través de ellos podáis degustar lo esencial de la predicación.

Espero, como siempre, que sea de ayuda y bendición para todos.

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Título: "Suposiciones peligrosas: Podemos seguir a Dios pero marcando nosotros el camino"
Lectura: Lucas 9:57-62

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En la parte central del evangelio de Lucas se desarrolla lo más importante de su mensaje, que es la narración de los hechos que sucedieron a lo largo del camino que hizo Jesús hacia Jerusalén ( Lucas 9:51-19:48 ). El relato en el que nos centramos hoy marca una pausa en los discursos que dio el señor a lo largo de este camino, y en ella se nos muestra una serie de encuentros que tiene el Señor con diferentes personajes.

Hoy, en una secuencia muy rápida, vemos el encuentro de Jesús y toda su comitiva con 3 personajes. Antes de profundizar en lo que pasó, debemos tener en cuenta que el Señor, poco antes, "había afirmado su rostro" para partir de camino a la cruz. 

El hilo conductor de las cortas conversaciones con cada uno de estos tres personajes es un verbo: el verbo "seguir". El primer personaje y el tercero profesan un deseo voluntario de seguir al Señor. Al segundo personaje es el Señor el que llama a seguirle. 

Dado que este verbo marca el hilo conductor de las conversaciones, parece conveniente preguntarnos ¿que significa seguir a Cristo? La respuesta es sencilla: "Significa convertirse en su discípulo; literalmente: el que se convierte en cristiano". Un discípulo es el que sigue la disciplina de su maestro, y para seguir a Cristo, lo primero que hay que hacer es decidir hacer un cambio de ruta, es decir, debemos dar a nuestras vidas el giro del arrepentimiento. Esto es necesario porque Cristo no camina por donde vamos nosotros, por tanto si queremos seguir a cristo, tenemos que "cambiar de camino".

Antes de seguir a Cristo, vamos construyendo nuestro propio camino, y así nos seguimos a nosotros mismos, pero seguir a Cristo implica renunciar a esos caminos nuestros, porque ahora es Cristo el que marca el camino, y nosotros sólo tenemos que seguirle sin salirnos del camino.

Hay que decir que ningún cristiano es un seguidor perfecto, que nadie camina sin salirse nunca del camino, pero sí que es cierto que todos los cristianos deben seguir el camino de Cristo. Quizá podemos despistarnos eventualmente, o quedarnos atrás y ver a Cristo a lo lejos, o quizá nos adelantemos y juguemos a que sea Cristo el que nos siga, pero en cualquiera de estos casos siempre estaremos en el mismo camino de Cristo, y no en otro camino.

En este asunto del cambio de rumbo en sus vidas es donde estos tres hombres se quedaron cortos. Todos tenían buenas intenciones temporales, habiéndose convencido a sí mismos que seguirían al Señor, pero cada uno a su modo, en realidad lo que querían era seguir marcando ellos la ruta. El caso es que los tres fracasaron, porque todos ellos tenían una actitud que, de una u otra forma, era incompatibles con el discipulado.

Podemos pensar que hoy en día todo es diferente y esta historia puede parecer lejana y ajena a nosotros, pero la esencia de lo que vemos en estos tres personajes es pertinente hoy en día, porque todos los cristianos somos llamados a seguir a Cristo, pero a veces no estamos dispuestos a abandonar nuestro propio camino.

Así, ante el llamado del Señor, ¿qué vamos a hacer? ¿Pondremos excusas? Recordemos que las actitudes que incapacitaron a aquellos hombres están también en los hombres de nuestro tiempo.

Y es por eso por lo que vamos a ver cómo cada uno de los personajes nos da una lección acerca de los peligros de su actitud, y veremos 3 peligros para los seguidores de Cristo:
  • El peligro de la comodidad y confort personal.
  • El peligro de la demora, la dilación o la procrastinación.
  • El peligro de seguir a Cristo con el corazón dividido.

El peligro de la comodidad y confort personal.

En el versículo 57 aparece un personaje en escena que afirma que su deseo es seguir a Cristo adonde quiera que vaya. Esa declaración parece sincera, por lo que esperaríamos que el Señor le recibiera con los brazos abiertos, pero esto no es lo que sucede. Para entender la respuesta de Jesús debemos entender que Jesús leía la mente y los corazones de la gente con la misma facilidad con la que nosotros leemos un periódico (ejemplos de esto los vemos en Juan 2:23-25 y Juan 4:16-19). Por tanto hay que tener en cuenta que Jesús sabe lo que hay en el corazón del hombre sin que el hombre lo manifieste con sus labios.

Así, sabiendo el Señor lo que había en el corazón y las motivaciones que tenía este personaje, sabe que no existía una disposición real a seguirle y que realmente el personaje no había calculado el coste del discipulado, que a la primera dificultad abandonaría, y por eso Jesús responde de esa forma tan áspera. Es curioso que este primer personaje se desvanece, desaparece. Ni siquiera argumenta. La propia Palabra del Señor ya supuso una dificultad insalvable para él, ¿cuánto más lo hubiera sido una vida de discipulado siguiendo a Cristo?

El peligro de la demora o dilación (la procrastinación).

Si entendemos que los personajes aparecieron en secuencia, tras desaparecer el primer personaje el Señor habla con el segundo y le dice ¿y tú vas a seguirme, o saldrás también corriendo?. No sabemos si los hechos sucedieron de forma consecutiva, por eso lo planteamos como posibilidad.

El caso es que cuando este segundo personaje se ve confrontado por la pregunta de Cristo, lo que intentó fue dar una excusa aparentemente "legítima" e irrefutable para retrasar el seguir al Señor. Aparentemente tenía un conflicto de deberes, porque los judíos tenían el enterrar a sus familiares como una prioridad, antes incluso que circuncidar a un hijo o acudir al templo (si se trataba de un sacerdote). O sea que cuando el hombre afirma que le seguiría tras enterrar a su padre, parecía que daba una excusa legítima.

Claro, que si eso hubiera sido cierto, si realmente tuviera que enterrar a su padre como la mayor prioridad, ¿qué hacía a la orilla del camino hablando con Cristo? Esta contradicción hace que sospechemos que realmente su padre no había muerto. Quizá estaba moribundo, pero no había muerto. Así, este personaje argumentó con una verdad a medias, pidiendo en realidad a Jesús que esperara a que muriera su padre y que después le seguiría

Cristo no estaba dispuesto a aceptar tal excusa, sino que afirmó que él sólo pasaría por allí una vez, y que el llamamiento que había hecho era en ese momento, no más tarde. Lo que viene a decirle es que los que tienen vida espiritual tienen que dar muestra de ello. Por eso la respuesta de Cristo vuelve a sonar áspera. Y este segundo personaje también desaparece de la escena, pero dejó su actitud, la cual aún perdura.

Hoy en día hay muchos que afirman querer seguir a Cristo, pero antes ponen la excusa de tener que hacer algo. Y por eso afirman que no pueden aún seguir al Señor, pero que lo harán en cuanto completen las tareas que tienen pendientes. Jesús no volvió a pasar por aquel camino para llamar al personaje de nuestra historia, y tampoco sabemos si
volverá a llamar a los que se excusan tras estos argumentos. Lo que Cristo demanda es una respuesta en el momento del llamamiento, porque el Señor no va a esperar a que primero hagamos nuestra voluntad.

El peligro de seguir a Cristo con el corazón dividido.

El tercer personaje que aparece en escena, también afirmó de "motu propio" que quería seguir a Cristo, pero con una condición: "despedirse de su familia". Esta petición parecía, si cabe, aún más legítima que las anteriores, porque tenía el repaldo de las escrituras ( 1 Reyes 19:19-21 ). Pero claro, delante de él no estaba Elías, estaba Cristo, Dios mismo, el cual vio lo que estaba en el corazón de este hombre. La diferencia es que el corazón de Eliseo estaba entregado 100% al Señor, y si conocemos su historia, al volver a despedirse quema los propios bueyes que le servían de sustento en señal de que estaba rompiendo con su anterior vida para, en adelante, seguir totalmente a Dios. La actitud que había en el corazón de este personaje, distaba mucho de la de Eliseo, y le llevaba a volver a sus familiares, quizá para buscar el consejo de los de su casa. En parte quería seguir a Jesús, pero en parte no quería dejar a los de su casa.

Igual que los anteriores, aunque el personaje desaparece, su actitud perdura. No podemos seguir a Cristo y continuar con nuestra antigua vida. Ese es el mensaje que nos deja este tercer personaje.


¿Y nosotros?, ¿Tenemos algo que se nos interpone, interrumpiendo el camino hacia el Señor? Si es así debemos eliminarlo de nuestras vidas.

De las historias de hoy aprendemos que no podemos excusarnos en la comodidad, ni en la espera, ni siquiera en el amor a nuestra antigua vida, porque seguir a Cristo significa dejar atrás todas las ataduras, asumir los riesgos y los peligros del camino, dejar de hacer concesiones a la carne. 

A pesar de nuestras caídas, el Señor sigue llamándonos diciendo: "Sígueme".


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