domingo, 29 de noviembre de 2020

La religión falsa y la genuina (Isa. 58:1-59:21)

Sermón de David Rivero. 29/11/2020

Título: La Religión Falsa y la Genuina.

Lectura: Isa. 58:1-59:21


Aclaración: Estas notas han sido recogidas “sobre la marcha”, por lo que pueden contener algún error de transcripción. Ante cualquier duda, acudir al sermón original publicado en la página web de la Iglesia Bautista Alameda de Osuna: http://www.ibao.es


Introducción.

Lectura: Isa. 58:1-59:21

En el estudio anterior, dijimos que el cap. 56 marca un inicio de una nueva sección del libro de Isaías que contenía información acerca de la Iglesia tal y como estaba en tiempos de Isaías: Describe su apostasía (56-59), de la desolación que vendrá por causa de esta apostasía (63-64) y del rescate final que habrá para el pueblo (60-63) y el futuro de la iglesia, a partir del 65-67.

En el pasaje de hoy estamos contrastando la falsa religión y la genuina. Se habla de la religión falsa como la que da algo a Dios esperando que Dios le corresponda, de las iglesias que ofrecen espectáculo, y en contraste están las iglesias que profesan una religiosidad pura, de corazón.

Luego en el cap. 59 se hablará de la gravedad del pecado. Esto es importante porque muchas veces consideramos el pecado como poca cosa, como si fueran pecadillos, como si Dios fuera un tiquismiquis. Veremos de nuevo lo agraviado y enfadado que está Dios por nuestro pecado y de la necesidad de arrepentimiento.

Y también se hablará del guerrero que Dios manda para impartir justicia entre los miembros de la iglesia y cómo ese guerrero también vendrá a hacer lo que la Iglesia es incapaz de hacer.

Así que, con esto en mente, hoy vamos a ver los siguientes puntos, que representan la enseñanza de Dios contenida en este mensaje:

      1. La adoración verdadera y la falsa.
         1.1. La religión formal no es religión.
         1.2. La religión formal es autogratificación.
         1.3. La religión formal estorba a la oración.
         1.4. La religión genuina es del corazón.
         1.5. La religión genuina conduce a la dicha plena.
      2. Por qué algunos no son salvos.
         2.1. No por carencias en Dios.
         2.2. Por el pecado en el hombre.
      3. El Guerrero Divino.
      4. El Redentor Divino.


1. La adoración verdadera y la falsa.

Comenzamos con el contraste entre la falsa adoración y la verdadera, entre la falsa religión y la verdadera. Vemos que aparece de nuevo el tema recurrente del arrepentimiento necesario para acercarnos a Dios (Isa. 55, 56:9-12, ...).

Pero ese Dios que habita en las alturas, se dice que también habita en el corazón contrito y humillado del pecador arrepentido (Isa. 57:14-21). Así, la actitud que Dios demanda de su pueblo es el arrepentimiento, y justo eso no es lo que se encontraba en aquel momento entre los habitantes de Israel. En 1 Sam 16:7 al mandar Dios a buscar al auténtico Rey, Dios pide que nos fijemos en su corazón y no en la apariencia externa de la persona.

Así pues, Dios mira más allá de nuestros actos y ve nuestro corazón. Y cuando el pueblo de Judá es castigado, no es porque faltaran elementos en su adoración, sino que no tenían un corazón para Dios.

¿Cuáles son los elementos de la religión falsa y de la verdadera? Veamos algunos por descripción positiva y otros por descripción negativa.


   1.1. La religión formal no es religión.

Una cosa que queda clara es que la religión formal no es considerada religión genuina por Dios (vv. 1-2). Vemos que los judíos buscaban a Dios cada día y quieren saber los caminos de Dios, de forma que parecían gente justo y que no se hubiera alejado de Dios. Pero Dios veía otra cosa.

Incluso eran gente de oración (v. 2b). Y esperaban que Dios les bendijese a cambio, pero a Dios no le engañaban, porque Dios veía su corazón.

De hecho, no sólo oraban y pedían justo juicio, sino que llegaban a reclamar a Dios por no contestar a estos actos externos, a esta religiosidad práctica pero vacía. De esta forma vemos que se cumple la profecía recogida en Isa. 1:11-17, donde al pueblo del Señor se les dice que son “ateos” y que así no obtendrán jamás el favor de Dios, pero se les dice que han de arrepentirse y volver a hacer las cosas de corazón, no sólo cumplir con los ritos religiosos, sino que su corazón debía ser piadoso y volcado al Señor.

Por tanto, cuantas más cosas hacían pensando que así Dios tendría que corresponderle, más ofendían a Dios. Incluso Dios habla de una actitud de rebelión (Isa. 58:1)


   1.2. La religión formal es autogratificación.

La segunda denuncia es que aquellos que tanto hacen por la religión, no lo hacen para Dios, sino para sí (Isa. 58: 3). ¿Cuál es la actitud con la que profesamos nosotros nuestra religión? ¿Es para nuestro propio gusto, es para autogratificarnos? No caigamos en este error.

Y lo mismo que pasa con el ayuno, que en sí mismo es una autonegación, es una abnegación, es una abstinencia, pasa con guardar el día de reposo (Isa. 58:13). La esencia del día de reposo es dejar de hacer cosas para nosotros y hacer cosas por amor a Dios.

Sin embargo, los formalistas de los tiempos de Isaías, amaban la literalidad de las escrituras, hasta el punto que multiplicaban, por ejemplo, los días de ayuno (Isa. 7). Pero, ¿por qué lo hacían? Para sentirse superiores a sus hermanos. Esto les llenaba de orgullo (Isa. 58:3-5).

Esa es la religión del hombre caído. La auto-gratificación está presente desde Gen. 3:6, donde se dice que el fruto prohibido era agradable a la vista y deseable. 

Por tanto, si hacemos los actos religiosos sólo con el propósito de sentirnos bien y merecedores de los favores de Dios. Pero Dios dice que estas ofrendas es mejor que no las hagan, porque Dios lo aborrece (Isa. 1:13-14). Si nuestra religión es sólo formal, si sólo cumplimos con la Ley que Dios dice que tenemos que cumplir, aún no hemos conocido a Dios.


   1.3. La religión formal estorba a la oración.

De hecho, el tipo de adoración que estamos describiendo, no sólo no nos acerca a Dios, sino que nos aleja de Él, porque Dios cierra sus oídos a los falsos adoradores (Isa. 58:4). Así que, el problema no es que oraran poco, sino que oraban mal (cf. Isa. 1:15).

Dios no quiere oír palabrería, Dios quiere que, de corazón, nos portemos bien (Psa. 66:18). 


   1.4. La religión genuina es del corazón.

Después de estos tres pasajes que nos hablan de la religión falsa ahora nos da dos rasgos de la adoración genuina.

En Isa. 57:15 se nos dice que Dios habita en las alturas, pero también en el corazón del creyente. Así que nosotros realmente hacemos las cosas de la forma correcta cuando Dios está morando en nuestro corazón.

¿Qué es lo que Dios quiere además de que guardemos el ayuno y del día de reposo? Isa. 58:6-9.

El Señor no dice que no hagamos ayuno, sino que nos dice que el verdadero ayuno no nos da gratificación propia, sino que el verdadero ayuno es quitar de lo que nos corresponde legalmente a nosotros para dárselo a los que no tienen.

Lo que motiva a una persona a ese autosacrificio es lo que Dios define como la auténtica religión (Isa. 58:8). El Señor no pone periodos de carencia para “compensar” los beneficios, sino que Dios nos da sus bendiciones y su perdón de forma instantánea. De hecho, el efecto de la salvación no tardará en llegar.

En esta actitud, cuando esto sea así, entonces invocaremos y Dios nos oirá y nos bendecirá (v. 9). Por esto, no tiene sentido que hagamos muchas obras de religiosidad externa si no nos arrepentimos y nuestro corazón es cambiado.

Y ese corazón que de gracia es regenerado y que ha sido perdonado, perdona y da de gracia.

Mat. 5:3-9. Antes viene el arrepentimiento y luego vienen las bendiciones de Dios.


   1.5. La religión genuina conduce a la dicha plena.

La religión formal nos aparta de Dios, pero (v. 9) la verdadera religión nos acerca a Dios. Para resumir el resultado de acercarnos a Dios de la forma correcta, se usa la expresión “nacerá tu luz” y “nuestra justicia irá delante de nosotros”. Pero no son nuestras obras de justicia las que van delante de nosotros. Cuando venimos contritos y humillados delante de Dios, ¿que podemos ofrecer a Dios? Nada. Entonces, al reconocernos en bancarrota espiritual, su justicia irá por delante, la gloria del Señor irá a nuestra retaguardia. Esa es la verdadera religión, la religión del corazón. (v. 11)

Este es un tema favorito de Isaías: Si nos arrepentimos, la justicia de Dios irá por delante, y ¿qué ocurrirá? Que ese secarral que es nuestra vida, se convertirá en un jardín con abundante agua. De alguna forma se nos recuerda al jardín del edén y de cómo sucedían allí las cosas, y de todo lo que el ser humano perdió cuando pecó. Y por mucho que queramos volver allí, no podremos. Pero Dios nos promete llevarnos allí gratuitamente: Isa. 30:25, Isa. 33:21, Isa. 35:6, Isa. 41:17, Isa. 43:20, Isa. 44:4 (cf. Psa. 1), Isa. 48:21, Isa. 49:10, Jer 31:12, ....

Si llevamos tiempo buscando ese lugar de verdes pastos y abundante agua donde estar disfrutando de la presencia de Dios, Dios ofrece hacer del corazón del pecador un vergel si es que se arrepiente. Si no nos arrepentimos nuestro corazón será terreno seco y nuestra vida una planta muerta (Isa. 1:30).

Así que nuestro esfuerzo no debe ser hacer las obras religiosas para obtener algo a cambio, sino como una ofrenda a Dios. Por eso no debe ser algo gravoso para nosotros, lo que Dios nos ha dado como un privilegio, no debe ser una carga (Isa. 58:13-14).

No es tanto lo que debemos o no debemos hacer, sino la actitud con la que debemos hacerla. La religión verdadera se deleita en el Señor y Dios nos hará subir sobre las alturas de la tierra. Si queremos tener verdadero gozo debemos buscar el gozo en el Señor.


2. Por qué algunos no son salvos.

Siendo esta la oferta, ¿Por qué algunos no son salvos? El cap. 59 habla de lo que el pecador impenitente puede esperar. Nada de lo que Dios ha prometido es para él. Lo que se promete son tinieblas como un ciego (v.10).

O hay luz o hay tinieblas. Nosotros tenemos que andar como hijos de Luz.


   2.1. No por carencias en Dios.

Lo primero que nos dice el profeta es que si algunos no son salvos no es por un problema con el Señor, no es porque se haya acabado su poder, o que se haya olvidado de alguien. En el v. 1 se dice que la mano de Jehová no se ha acortado. Y en el v. 16 se nos dice que el brazo de Jehová es el que salva con su brazo y con su propia justicia a aquellos que se arrepienten.

El brazo de Dios hizo que María concibiera y que diera a luz a un ser humano que sería la salvación del mundo. La mano del Señor fortaleció a Cristo durante su ministerio terrenal (a través del Espíritu, cf Isa. 42). La mano del Señor resucitó a Cristo de los muertos, y lo hizo con poder.

Así que el problema de los que no son salvos no es la falta de poder en la mano de Dios.

El mismo poder que dio vida a Lázaro, el que salvó al ladrón moribundo en el calvario, el que llamó y salvó a Saulo de Tarso, el que salvó a Onésimo, etc... ese es el mismo poder que sigue estando en el brazo del Señor.

Hoy el poder del Señor sigue activo, y por eso se nos manda predicar el Evangelio, que es poder de Dios.


   2.2. Por el pecado en el hombre.

Entonces, ¿qué provoca que algunos no sean salvos? Son nuestras iniquidades Isa. 59:2 ss

De esta descripción es de donde Pablo se alimenta para hacer la descripción del corazón del hombre que se concluye en “no hay justo ni aún uno, no hay quién haga el bien....”.

No hay ningún hombre que sea la excepción. No hay ni uno sólo, y esto provocó que Dios tuviera que proveer de ese ser humano que fuera la excepción.

Así que la realidad es que nuestras iniquidades han hecho separación entre nosotros y Dios y por eso necesitamos ser regenerados y nuestro corazón debe ser cambiado. Y eso, la religión no nos lo puede dar. Sólo Dios puede provocar ese cambio, esa regeneración.

Eso, además, nos llevará a dar gloria a Dios, gracias a Dios, alabanza a Dios, y nos moverá a hacer las cosas y cumplir los ritos que Dios pide a sus hijos.

La vida se acabará y ¿Con qué nos presentaremos ante Dios? ...Isaías nos dice que hay esperanza. 

Y ¿Como se nos presenta Dios?


3. El Guerrero Divino.

Dios, viendo nuestra incapacidad, se nos presenta como un guerrero (Isa. 59:16-17). El Señor se nos presenta como un guerrero divino que viene a impartir justicia (Psa. 18:9-15, Psa. 104:1-4). 

¡Qué contraste con el Dios que se presenta en muchos púlpitos hoy en día!. Hoy vemos que Dios se presenta muchas veces como un Dios tolerante, que acepta todo por amor, etc... Pero Dios es un Dios de Justicia, que tiene ira por el pecado de los hombres y que se complace en el corazón arrepentido de los hombres. 

Pero el Dios que un día nos juzgará no es ese Dios comprensivo, sino que será un Dios justo que dará a cada cual lo que merece.


4. El Redentor Divino.

El pasaje termina con una palabra de bendición para el corazón contrito y humillado (Isa. 59:20-21). 

El redentor hace un pacto con Su pueblo. Un pacto de perdón, de redención, de esperanza. ¿Cuál es el pacto? Isa. 59:21. Hay 3 características:

  • A este redentor lo apoya su propia justicia (v. 16). En tiempos de Isaías no había ni uno entre el pueblo de Israel por el que pudiera haberse salvado el pueblo. Sin embargo Dios, salva a algunos por su propio brazo.
  • Parte de la obra del redentor al tomar las vestiduras del guerrero es juzgar (v. 18). Viene para dar el pago a sus adversarios. La obra del redentor es dar retribución pero también salvación.
  • Todo esto es un asunto federal. Esto es un pacto, un contrato inamovible. De forma que al final lo llevará a cabo (Rom. 11:26-27).

Y ¿Cuál es el pacto? Según el v. 21, es el Espíritu viviendo en nosotros. Pero ¿Qué se lo impide?, lo que se lo impide es que nosotros seguimos intentando llegar a ganar el favor de Dios por nuestros propios medios, seguimos haciendo ritos religiosos como si Dios, por haber hecho esas cosas, nos debiera algo. 

Dejemos pues de hacer actos religiosos externos y permitamos que Dios cambie nuestros corazones y que venga su Espíritu a morar en nosotros.


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