lunes, 2 de noviembre de 2020

Los Redimidos Volverán (Isa. 51:1-52:12)


Sermón de David Rivero. 01/11/2020

Título: Los Redimidos Volverán.

Lectura: Isa. 51:1-52:12


Aclaración: Estas notas han sido recogidas “sobre la marcha”, por lo que pueden contener algún error de transcripción. Ante cualquier duda, acudir al sermón original publicado en la página web de la Iglesia Bautista Alameda de Osuna: http://www.ibao.es


Introducción.

Lectura: Isa. 51:1-52:12

Al final del cap. anterior vimos cómo el Señor se está dirigiendo a los desanimados espiritualmente. En este capítulo 51 el Señor continúa en la misma línea. 

Ya vimos los 2 cánticos del siervo (Isa. 49:1-6 y Isa. 50:4-9) cuyo propósito es animar al pueblo, diciendo el Señor: “mirad a mi, mirad a mi Siervo”.

En v.1 ,4 y 7 de este capítulo se repite la expresión “Oídme” y en estas 3 secciones, al hacerlo, el Señor nos llama a escuchar para mirar, es decir, el propósito es que veamos algo. En los tres casos hace que miremos, primero al pasado, luego al presente y por último al futuro, y esta visión traerá consuelo al creyente.

Así que, con esto en mente, hoy vamos a ver los siguientes puntos, que representan la enseñanza de Dios contenida en este mensaje:

  1. ¡Mira atrás! (Isa. 51:1-3)
  2. ¡Mira adelante! (Isa. 51:4-6)
  3. ¡Mira al presente! (Isa. 51:7-8)
  4. ¡Despierta Señor! (Isa. 51:9-11)
  5. ¡Despierta Jerusalén! (Isa. 51:17-23)
  6. ¡Despierta Sion! (Isa. 52:1-6)
  7. ¡Canta alabanzas! (Isa. 52:7-12)


1. ¡Mira atrás! (Isa. 51:1-3)

En los 70 años en los que el pueblo iba a estar en Babilonia, el Señor llama a su pueblo a mirar atrás y ver lo que Dios ha hecho por ellos, a reflexionar en el pacto que hizo con ellos.

Para esto, el Señor usa la imagen de una cantera. Vosotros, que sois pueblo de Dios, mirad la cantera de la que habéis salido. De una cantera salen rocas que luego un escultor convierte en una hermosa obra de arte.

Y como ejemplo toma el caso de Abraham y su mujer, que siendo ancianos ya, y habiendo pasado ya el tiempo de que tuvieran hijos, Dios los bendijo e hizo que tuvieran gran descendencia, a la cual también bendijo. Esa descendencia es la nación que hoy estaba desesperada y entristecida. Pero Dios coge a estas personas entristecidas como Abraham y las bendice. No hay nada demasiado dificil para Dios, y esto entra en el ámbito de la fe. Allí donde nosotros no podemos llegar, Dios sí llega.

Y Dios da una visión paradisiaca para animar a Su Pueblo (v.3), con la imagen de un desierto que se convierte en un vergel.

La experiencia de Babilonia iba a ser para el pueblo de Israel como pasar por un desierto, pero el Señor lo convertirá en un paraíso. Esta imagen ya fue usada en Isa. 35:1-2. 

Cuando Cristo estaba en la cruz y a su lado había dos ladrones burlandose de él, Cristo cambió el corazón de uno de ellos y al final el Señor le dice: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraiso.”

Paraiso es una palabra de origen persa. Es curioso que en Gen. 2 cuando se habla del “jardín” del edén, no teniendo una palabra adecuada en griego para traducir del hebreo esa palabra usaron la palabra persa “paraíso”.

¿Qué hace hermoso al jardín del Edén, al paraíso? Que la presencia del Señor estaba presente en todo Él. Y esto es lo que Dios le promete a ese ladrón en la cruz, y de la misma manera Dios se dirige en este pasaje a su pueblo: Vuestra soledad, vuestra vida en el desierto, será cambiada en un paraíso. No sólo un sitio con mucha y bonita vegetación, sino un sitio donde estará la presencia de Dios.

¿Y cómo se llega a este sitio? Sólo a través de Cristo se puede llegar a alcanzar esta experiencia (Cuando las circunstancias de Pablo eran muy complicadas, el Señor le consuela llevándole al paraíso 2 Co. 12:4).

Rev. 2:7 también lo menciona en ese mensaje a las iglesias que se encuentra al principio de Apocalipsis.

Este es el primer llamamiento del Señor: Mira al pasado.


2. ¡Mira adelante! (Isa. 51:4-6)

Tras mirar al pasado, Dios dice: “Mira al futuro, a la consumación” (v.5). 

Jehová, nuestra justicia, está ya en camino. Por difícil o desesperada que sea la situación, Dios está en camino. Aquello que ahora nos oprime, Dios lo juzgará.

Vivimos en un mundo caído, donde la justicia no existe, pero Dios dice que algún día todo esto desaparecerá. Cuando vivamos en su presencia, en el paraíso, habrá justicia. Allí es donde ponemos nuestra esperanza, en Cristo, justicia de Dios que se ha acercado a la Tierra.

Y ¿Hasta dónde va esta proyección? Hasta la consumación de las cosas. Esto lo sabemos por el contexto de Isa. 51:6.... pero, en esas circunstancias, su salvación será para siempre y su justicia no perecerá.

Isa. 24:4 habla de la consumación del mundo (también Isa. 34:4). Lo que Dios ha comenzado y tiene su cumplimiento en Cristo, Dios mismo lo llevará a su fin. 

Aunque el futuro pinte mal, Dios promete que todo esto pasará y Su salvación y Su justicia serán para siempre.


3. ¡Mira al presente! (Isa. 51:7-8)

En esa perspectiva, lo lógico habría sido mirar al pasado, al presente y al futuro, pero Dios nos hace mirar hacia el pasado y el futuro primero, y en base a eso, considerar nuestro presente (Isa. 51:7-8)

Por muy hostiles que sean las circunstancias que nos rodean y por muchas lágrimas que derramemos, Dios no nos abandona en el presente.

Al mirar al pasado y al futuro y entonces considerar el presente, ¿No es a lo que nos lleva la cena del Señor? “Haced esto en memoria de mi”. Tenemos que mirar a la cruz, al pasado. Y tenemos que “hacerlo hasta que Él venga”. También nos lleva a mirar el futuro. Y de este modo, con el pasado y el futuro en mente es cómo vivimos el presente: “Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis” (presente).

Y este que nos invita a hacer las cosas, también nos dice que va a estar con nosotros todos los días. 


4. ¡Despierta Señor! (Isa. 51:9-11)

Tras el triple “Mira”, que nos hace mirar al pasado, al futuro y luego al presente, ahora encontramos un tripel “Despierta”, pero es curioso que el primero de ellos se lo dice Isaías a Dios (Isa. 51:9-11).

En esta primera llamada a despertarse, Isaías no considera que Dios está dormido, sino que lo que hace es llamar al Señor a mostrar su poder, a ponerse en acción. 

Pero la respuesta del Señor viene de forma inmediata (v.12). El propio llamado que tú haces, Isaías, es la base para que no temas, porque Dios es nuestro consolador, el que ha hecho todo por nosotros.

Y ese llamado que Isaías hace al Señor es para que el Señor haga un segundo Éxodo (v.9) como ya sucedió en Egipto, al cual en este versículo se le llama “Rahab”.

Esa palabra, Rahab, nos lleva la mente a la mujer de Jericó, pero Dios usa este nombre para referirse a Egipto, por ejemplo en Psa. 87:4 y Psa. 89:10. Ya en Isa. 30:7, Isaías nos da una pista de que se refiere a Egipto.

Hay que recordar que cuando Dios humilló a Egipto con las plagas, cada una de esas plagas atacaba a un Dios de los Egipcios, y así Dios demostraba que era mucho más poderoso que ellos (Exo. 12:12). El Señor dio liberación a Su pueblo de Egipto, pero a la vez, humilló a los dioses egipcios (Num. 33:4).

Así que, en el Éxodo, además de liberarse el pueblo del Señor, se humilló al pueblo que se había enseñoreado del pueblo de Dios, y no sólo a su pueblo sino también a los dioses en los que este pueblo creía.

Y ahora, se usa este lenguaje de Rahab y del dragón (Isa. 51:9). Este concepto del mar oscuro (mar incontrolable, mar inestable) se asociaba a estas imágenes de dragones y de bestias marinas que provocaban maremotos y naufragios. Esta idea de Egipto como un dragón, como Rahab, como al bestia marina, como el Leviatán, la vemos en Isa. 27:1, Psa. 74:12-14, Psa. 104:25-26, Eze. 29:3-6. En este último pasaje vemos que si Dios ha dejado a su pueblo en Egipto ha sido para purificarlos, igual que cuando los hizo pasar por el desierto. Pero Dios, uno tras otro, a todas estas circunstancias que nosotros no podemos controlar, Dios los hará caer, y los dejará en ridículo.

Eze. 32:2-10, tiene un cántico de luto por lo que se le viene encima a Egipto. Pero Dios promete salvación para ellos. En la mitología de aquella época se creía que esas bestias acuáticas estaban involucradas en la creación. Y allí estaban estas bestias, estos dioses, pero quien controla todo eso es Dios. Cuando hay un maremoto o una tormenta marina, allí no hay otros dioses, sino que en medio de eso está Dios. Y lo que dice aquí Dios es que el que tiene todos los poderes del mundo al alcance de su mano es Dios, y el Señor controla, y el Señor hace que unos prosperen y otros cambien. Pero hay que considerar la realidad presente conscientes de que es Dios el que controla todas las cosas, y sólo Dios, en medio de todo ello, es nuestro consolador (v.12). Y no sólo eso, sino que Dios es Nuestro Dios, de esa forma especial. Y Dios nos recuerda que que es el que ha hecho un pacto con nosotros y que su nombre es “Jehová de los ejércitos”. Y no sólo es todopoderoso, y el Dios del pacto, sino que además añade (v. 16) que ha puesto sus palabras en nuestras bocas.

¿Si eres cristiano, has pensado en estas cosas? ¿Somos conscientes que antes de que nosotros seamos Dios ya había pensado en nosotros? ¿Y que aunque nosotros estábamos en pecado, Dios envió a su hijo a morir para rescatarnos?...

Leamos el v.16 y hagámoslo nuestro.


5. ¡Despierta Jerusalén! (Isa. 51:17-23)

El Señor responde enseguida diciendo: “Despierta tú” (v.17). En muchos casos en la escritura se hace referencia al cáliz refiriéndose al cáliz de la ira de Dios (Isa. 29:9, Isa. 63:1 ss, Jer. 25:15-16, Zak. 12:2).

Todo está dicho antes de que el juicio suceda. 

Y cuándo nos encontramos angustiados, ¿A quién recurrimos? Puede que a un amigo, a un psicólogo, a un viaje, a una copita, ... No hay nada que nos haga soportar la ira de Dios.

¿Cómo presenta aquí Dios a Israel? Como una anciana que no tiene quién la cuide. Dios está avisando que no puede salvarse a sí misma. De la ira de Dios sólo nos puede salvar Dios. En el v.20 nos avisa de esto.

Dios es el que nos da de beber la copa de la ira para llamarnos la atención, para que nos volvamos a Él, para que nos arrodillemos, para que clamemos al Señor (Jer. 15:5, cf. Isa. 51:23). Aquellos que decían que sus enemigos no pasarían, serían pavimento del suelo por donde estos pasarían (Lam. 2:11-12, 19 y 21)

Esto no es un evangelio popular, pero el Dios que ofrece salvación es un Dios tan santo que no puede refrenar su ira cuando ve el pecado. Y este pueblo, que era el elegido, con el que Dios había hecho un pacto, recibe el aviso de Dios de que van a venir males para que “espabilen”. Jeremías tuvo que vivir esto y lo escribió en un libro que lleva por título, “Lamentaciones”. 

Pero Dios permite esto, no porque quiera ver a su pueblo sufrir, sino para que su pueblo se vuelva a Él y encuentre la salvación que Dios ha prometido para ellos. Dios tiene el propósito de rescatar a Su pueblo, a Su auténtico pueblo, a aquellos que se arrepienten y se vuelven a Él. Y a estos les restaurará.


6. ¡Despierta Sion! (Isa. 52:1-6)

Y en el Isa. 52:1, Dios vuelve a llamar a este pueblo a despertarse. Ahora le llama Sion, pero es el mismo pueblo. 

Si nosotros hemos de recibir nueva vida y nuevas fuerzas, ¿Dónde encontraremos ese poder? En el Señor (Isa. 52:1), pero tenemos que levantarnos y vestirnos de ese poder que está a nuestra disposición.

El llamado del Señor es a alcanzar salvación de una manera digna, y para eso usa 4 imperativos: sacúdete, levántate,  siéntate y suelta (v.2). Si así lo hacemos, seremos rescatados de forma gratuita por el Señor. 

No hay poder humano ni estrategia humana que pueda salvar. Sólo Dios y de forma gratuita, y nosotros seremos conscientes de ello también por la gracia de Dios (v. 6)

Dios nos ha redimido.


7. ¡Canta alabanzas! (Isa. 52:7-12)

¿Cómo responde el pueblo del Señor? Con cánticos. Isaías nos presenta aquí al mensajero, los vigías que lo ven venir y al propio Señor que viene.

  • El mensajero: (v.7) Cuando no podemos más, cuando estamos al final de la cuerda, ¡Qué bueno es mirar al Dios que está en su trono reinando!. Isaías nos presenta eso: Ya viene el que anuncia la salvación.
  • Los vigías: (v.8) Ven venir al mensajero.
  • El propio Señor: (v9) y no sólo el Señor sino a Jerusalén redimido.

Aquí vemos que viene un mensajero que trae buenas noticias: “Babilonia caerá”... y Babilonia cayó.

En Rom. 10:15 Pablo toma estas mismas palabras del v.7 para hablar a los perdidos. Psa. 96:1-13 también recoge esta misma idea: “Dios Reina”, “Nuestro Dios Reina hoy”.

Y es nuestra responsabilidad anunciarlo y alzar la voz, como los atalayas, para que en esos terrenos desiertos se alcance regocijo (Isa.11-12).

Si vamos a Esdras (Esd. 7:1-10) vemos que el Señor da un decreto a través de su siervo. Tardaron 5 meses, fueron en procesión, sin prisa, volvieron aquellos que salieron llorando, y había alegría y gozo perpetuo sobre sus cabezas, sabiendo que volvían a Jerusalén, a la Tierra que Dios había provisto para ellos.

Hoy también estamos convencidos de que Dios Reina y eso nos hace estar confiados en que la obra del Señor será hecha. No depende de pastores, de diáconos o de congregaciones y organizaciones. Sólo depende de la providencia del Señor.


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