martes, 11 de noviembre de 2014

Estudio de Efesios 1:15-23. La primera oración de Pablo por los Efesios.

Efésios, 1 : 15 – 23.

TEMA: La Primera Oración de Pablo.

Lectura: Efésios,1:15-23.

Introducción:


Después de habernos llevado desde la predestinación en la eternidad pasada hasta la culminación de la redención en la eternidad futura Pablo hace una oración hacia los creyentes de la zona de Éfeso. Es de destacar que Pablo, después de mostrarnos el “misterio revelado”, se preocupa de la salud espiritual de la congregación. Es más, se diría que sólo una persona que ha comprendido y ha hecho suyo el “misterio revelado” por Dios es capaz de orar de esta forma.

Desglose:


Pablo empieza su oración enlazando con todo lo expuesto hasta ahora. Comienza con un “Por esta causa, también yo, ....”. Este inicio se podría traducir también por: “Por esto...” (NVI) o “ Por lo cual, también yo, .... no ceso de dar gracias por causa de vosotros.”, termina. Aquí Pablo reconoce la obra de Dios sobre los Efésios. Pablo, conocía muy bien a los Efésios porque había estado personalmente en Éfeso, pero habían pasado muchos años desde entonces, de modo que Pablo, con toda probabilidad, hace estas afirmaciones en base a noticias que ha recibido recientemente. ¡Que importante es que se mantenga la fe, la absoluta confianza en el Señor Jesús, según van pasando los años! y ¡Que importante es que permanezca el amor para con todos los santos!.

La constancia en los creyentes de Éfeso despierta la gratitud de Pablo, a causa de la cual obtenemos esta brillante exposición inicial de las bendiciones espirituales que tenemos “en Cristo”. Los propios creyentes agradecen la obra del Señor en otros creyentes (como hace Pablo)......... y esto da gloria a Dios. Pero además Pablo recuerda de forma específica delante de Dios tanto las necesidades como a los propios creyentes: “haciendo memoria de vosotros en mis oraciones” (v16)

Fijaos que los cristianos oramos frecuentemente por los que no han aceptado a Cristo, pero, este pasaje nos enseña que nunca debemos olvidar orar tanto por las personas después de salvas, como lo que oramos por su salvación.

La petición de Pablo hacia los creyentes de Éfeso es el “espíritu de sabiduría y revelación”. Este “espíritu” en minúscula sin duda es el resultado de la obra divina en nosotros, por medio del Espíritu Santo (con mayúscula). Pablo no acostumbra a pedir en sus oraciones por bienes materiales, probablemente piensa que hay cosas mas importantes por las que pedir y se centra en los bienes espirituales, ya que estos constituyen el fundamento de todo lo demás.

El hecho de resaltar a Dios como Dios de Jesucristo, no se hace para restar deidad al hijo, sino para exaltar las virtudes de Jesús humanado, del “Hijo del Hombre”, del “siervo de Jehová”, del “Mediador”, que reconoce y obedece al Padre. Y fijándonos en que es “Dios de Jesucristo” y en lo que hizo con Él, también nos hace pensar en el Poder de Dios.

Mantengamos esta idea del poder de Dios en nuestras mentes mientras continuamos.

Es conveniente tratar las dos partes de la petición juntas para no perder el contexto general de la oración. La posibilidad de poseer el espíritu de sabiduría depende de la revelación que vamos recibiendo de Dios. Estas revelaciones las hace el Señor a través de su palabra y por la obra del Espíritu Santo.

Vemos que la petición de Pablo se centra en un tema que nos lleva al conocimiento de El. Y este conocimiento, según el original epignosis (epignwsiz), lleva un prefijo enfático que hace referencia a un conocimiento experimental pleno, en contraste con el conocimiento habitual: gnosis (gnwsiz).

En la NVI leemos: “Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el padre glorioso, les dé el espíritu de sabiduría y revelación, para que lo conozcan mejor.”. Vemos, que aunque los Efésios son “ejemplares” en cuanto a la fe que profesan, y aunque Pablo exalta el amor que hay entre ellos, aún pide por mejor conocimiento. No necesariamente tiene que ser un mayor conocimiento, sino más bien un mejor conocimiento, un conocimiento pleno, ¿Y nosotros? Si Pablo pide mejor conocimiento para los ejemplares Efésios ¡¡Cuánto más nosotros que hacemos rencillas y discusiones por tonterías, tonterías  que hacen que nos olvidemos de lo realmente importante!! ¡¡Cuánto más no deberíamos orar los unos por los otros como un cuerpo en Cristo para aumentar nuestro amor fraternal y nuestro conocimiento de Dios, para ser unánimes en las decisiones!!. En la Biblia obtenemos enseñanzas que debemos aplicar a nuestras vidas, pero no “a partir de mañana”, como si fuera un régimen, no “en la iglesia”, como si se tratara de algo exclusivo para el domingo por la mañana. Debemos aplicarlo desde ahora mismo, y en todo lugar, tanto en la iglesia como fuera de ella.

En Gálatas 5:19 a 21 se nos da una lista de manifestaciones de las obras de la carne. Entre otras aparecen: “enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, envidias, ....” Siento mucho deciros que cuando miro a mi alrededor, veo contiendas, disensiones, iras, enemistades y todas estas obras de la carne, y las veo en abundancia. Pablo reprende a los Gálatas diciéndoles lo siguiente acerca de las obras de la carne: “acerca de las cuales (las obras de la carne) yo os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Yo os exhorto a meditar en esto y a orar por “epignosis”, por un conocimiento pleno de Dios  y no quedarnos solo en “gnosis”. En Santiago 3:13 leemos “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque, donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.”

¿Cuántos no sabían esto que acabo de leer? Da igual. A partir de hoy lo sabemos todos. Apliquémoslo y oremos para que seamos capaces de aplicarlo en nuestras vidas.

Y recordad: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” (Mt 5:23 – 24).

Volviendo al texto de Efesios, Pablo esta pidiendo por un conocimiento pleno para los Efésios “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento”. En la NVI encontramos “alumbrando los ojos de vuestro corazón.” En las Sagradas Escrituras el “corazón” representa el “hombre interior”. El mismo señor señaló al corazón como el centro activo de la vida interior del hombre. Recordemos el texto de Marcos 7:20 – 23 “ Pero decía (Jesús), que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”.

Trenchard habla así de este pasaje: “El nuevo nacimiento transforma el “corazón” de modo que Pablo puede valerse de la figura, hermosa y atrevida  a la vez, de “los hojos de vuestro corazón”. Este hombre interior puede ver, pero, para ver bien, necesita de la iluminación del Espíritu Santo de Dios, que le capacitará para distinguir entre lo espiritual y lo carnal.

Y... ¿Para qué pide Pablo entendimiento? Para que comprendiesen claramente tres aspectos de las bendiciones que habían recibido en Cristo:

a)    “saber cual es la esperanza a que él os ha llamado”. Según lo visto en la primera parte, el creyente entra a formar parte de la maravillosa herencia de Dios, sellada para la redención completa cuando venga. En Ro 8:24 vemos: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a que esperarlo?”. Por tanto tenemos esperanza en lo que no vemos, pero sí que sabemos cuál es según las numerosas referencias que se hacen en la Palabra. Tenemos la certeza absoluta del bien futuro.

b)    En segundo lugar, “saber cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia”. El Señor nos ha comprado con la sangre de Jesús, y esto nos da derecho a ser hijos adoptivos suyos y a recibir, por tanto, la herencia “en Cristo”.

c)    Por último, “para conocer la magnitud del poder de Dios”. ¿Recordáis cuando al principio hablábamos de que Dios era “Padre de Jesucristo” y esto nos hacía reflexionar en cuanto al poder de Dios? Pues ahora podemos comprender la grandeza de su poder gracias a las bendiciones espirituales que recibimos de lo alto. Esta fuerza es la que ha conseguido que unos sencillos galileos, reunidos en un pequeño habitáculo el día de pentecostés, se hayan convertido en los instrumentos que habían de fundar un Reino espiritual, el único duradero, que presenciaría el colapso del imperio romano y persistiría mucho después de su desaparición. Este es el poder de Dios.

A partir de aquí, la oración se transforma en una exaltación de Cristo. Deberíamos distinguir esta parte de aquella que vimos en el versículo 10. En aquel versículo, veíamos cómo todas las cosas han de ser reunidas, encabezadas y coordinadas bajo el señorío de Cristo, es decir, indica la revelación, a través de la sabiduría e inteligencia dada como bien espiritual por Dios a los creyentes, de la posición de Cristo en el futuro, pero en estos 4 versículos que faltan, Pablo observa la posición actual de Cristo como resultado de su resurrección y su exaltación a la diestra de Dios. En relación con este señorío, Pablo usa el término iglesia por primera vez en la carta describiendo al conjunto de los redimidos, comprados como heredad del Señor.

En la exaltación de Cristo por el poder de Dios vemos 3 partes importantes:

1.            Cristo a la diestra de Dios. Sabemos que los judíos, valiéndose de los romanos, dieron muerte a Cristo. Ellos pensaban que eran poderosos, porque podían decidir sobre el futuro de algunas personas, pero el que auténticamente tiene poder, Dios, le concedió a Cristo el triunfo máximo sobre la muerte, y lo constituyo fuente de vida para todo creyente. En Hch 2:36 leemos de Pedro: “A este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.

En el antiguo testamento se pone la salida del pueblo de Israel de Egipto como ejemplo de poder de Dios y en particular la travesía del mar Rojo, pero en este caso el ejemplo de poder es mucho mayor. Recordemos que el poder que resucitó a Cristo de los muertos está a nuestra disposición.

2.            El dominio de Cristo sobre toda jerarquía tanto humana como no humana. En la Biblia encontramos que las clases celestiales, tanto las buenas como las caídas, se encuentran jerarquizadas. (Efe. 3.10, Rom 8:38, 1Pe 3.22, Col 3.16, conf.  Ef 6.12). Lo importante de aquí es que Cristo ha sido exaltado sobre toda autoridad y sobre todo estatuto, no solo en este siglo sino en el venidero. Todas las cosas han sido sujetas bajo sus pies, y su nombre esta por encima de cualquier otro nombre. Recordemos Fil 2:9 – 10: “Dios le ensalzó hasta lo sumo, y le dio el Nombre que es sobre todo nombre...”. Me gustaría recordaros que bíblicamente hablando, el nombre es mas que una mera etiqueta de identificación, es una expresión de la plenitud de la personalidad de cada uno y la virtud de su actuación. Esta realidad existe ahora y continuará por los siglos de los siglos.

3.            Por último nos encontramos los conceptos que afectan a la Iglesia: Cristo es su cabeza y la Iglesia debe ser Cuerpo y plenitud de Cristo.

El término Iglesia (ekklesia) se traduce literalmente por “un grupo llamado fuera” y los griegos lo aplicaban a sus asambleas consultivas, es por esto que frecuentemente se traduce por “asamblea”. Actualmente Iglesia, tal y como lo entendemos los cristianos, se puede entender desde dos perspectivas: “Iglesia Universal”: aquella que es la totalidad de los creyentes unidos con Cristo por la fe, e “Iglesia Local”: aquella que es la reunión de los verdaderos creyentes en algún lugar a los efectos de adoración, comunión y testimonio. La Iglesia Local debe ser un testimonio de la Universal y es la única iglesia visible.

Dios ha dado a Cristo por cabeza de la Iglesia como un don a ésta. Este don es importante ya que es origen de cualquier otro don que se nos pueda conceder. La posición de Cristo como cabeza de la Iglesia es algo que se debe ver en la Iglesia Local (por pequeña que esta sea). No es suficiente con colocar un cartel o letrero en la pared diciendo “Jesucristo es el Señor”, sino que hay que demostrarlo en la práctica de nuestras vidas. Debemos ser sumisos a la voluntad revelada de Dios y poner a Cristo en el lugar que se merece en nuestras vidas. Debemos ser coherentes entre lo que creemos, lo que predicamos con la boca y lo que predicamos con el ejemplo.

Por último destaca Pablo en su oración que la Iglesia debe ser el cuerpo y plenitud de Cristo. En distintas referencias bíblicas encontramos a la iglesia como un cuerpo en el cual hay miembros que deben estar organizados, regidos y dirigidos por una cabeza superior que haga de este cuerpo algo útil.

Dios ha hecho su parte poniendo a Cristo en el lugar que merece. Dios no nos ha despreciado, aunque nos lo merecemos, pero sin embargo nosotros nos dedicamos a despreciarle a El sin que se lo merezca.

La última cláusula es una alegoría a la grandeza del propio Cristo: “Él todo lo llena en todo”. Quizá en negativa se entienda mejor: “No hay nada que no sea llenado por Cristo o que pueda contener a Cristo”.


Pensad, durante la semana en las bendiciones que tenemos en Cristo y en como las administramos. Pensad lo que Dios quiere de nosotros y pensad si estamos siendo consecuentes con lo que creemos. No me gustaría mirar a mi alrededor y darme cuenta de que somos una iglesia llena de “siervos injustos”, que hemos recibido el perdón de la deuda mas grande que nos podamos imaginar y no somos capaces de dar un mínimo perdón. Oremos por ello.

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